domingo, 30 de mayo de 2010

Damnificados (o En vano)

En una casa humilde, de palma y de madera
entre la humedad de un piso de tierra
una familia vive, si así puede decirse,
donde existe hambre y la miseria impera.

En la humilde casita de varas, junto al río,
hace tres días que llueve y no cesa de llover
los niños tienen hambre y también tienen frío
el padre no ha podido llevar algo de comer.

Frente a un crucifijo que está sobre una mesa
postrada está la madre, rezando una oración.
Está rogando al Cristo que ya no crezca el río,
que salga el sol y traiga un poco de calor.

En la casita humilde la leña está mojada
y el humo causa lágrimas de la madre en oración,
de aquellos ojos tristes de la madre postrada,
mientras, el padre silba una triste canción.

En la humilde casita la madre sigue orando
frente a un Cristo desnudo que está crucificado.
El Cristo sólo escucha y quizás está llorando
pero nada puede hacer al hallarse en ese estado.

En la casita humilde, junto al río crecido
el agua, a borbotones, amenaza inundar.
La madre tomó en brazos al niño más pequeño
mientras el padre ayuda también a los demás.

En sus rugientes aguas la corriente del río
se lleva la casita cual si fuera de papel.
La madre y el pequeño se pierden en el agua
mientras que el padre ayuda a los que están con él.

* * *

Han pasado tres días que dejó de llover
la corriente del río ha vuelto a ser normal.
El padre con los ojos inundados de lágrimas
entre el agua y el lodo no cesa de buscar.

Busca a su esposa y al hijo más pequeño
hace tres días que busca y de buscar no se cansa.
El padre no ha dormido pero no tiene sueño.
De hallarlos con vida aún tiene la esperanza.

Bajo troncos de árboles y de lodo cubiertos
de la madre y el niño han hallado los cuerpos...
La madre, de una mano tiene al niño agarrado
mientras en la otra mano, entre sus tiesos dedos
tiene una cruz y un cristo que está crucificado
que nada pudo hacer por hallarse en ese estado.

* * *

A la orilla del río, un padre con sus niños
por sus muertos elevan al cielo una oración
y construyen una casita de palma y de madera
donde habrán de vivir de nuevo su miseria.
Y, a veces, el padre silba una triste canción.

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