domingo, 30 de mayo de 2010

Pordiosero

Aquí estás, y como si no estuvieras,
transparente, opaco, borroso y sin sentido,
entre la niebla de la indiferencia y el olvido.
No eres de aquí ni de allá porque eres nadie
y si inspiraras lástima te darías por bien servido.

Y cuando mueras, nadie llorará por ti
porque en realidad, no existe tu presencia.
Eres un número inexistente en el INEGI
eres fantasma o reflejo que nadie quiere ver
por ser la prueba de un sistema en decadencia.

Quizás te consuele si, al menos, algún día,
seas indicador estadístico de crítica al sistema
para demostrar que todo está controlado
en la estadística de los muertos de hambre
o como víctima de un delito no reportado.

Aunque llorar no es propio de un ser invisible
llora si puedes, o si aún te quedan lágrimas.
Al fin que nadie sabrá que estás llorando,
porque nadie te ve, ni te escucha, ni le importas.
Solo te escuchas tú porque eres nadie.

Pero consuélate, no se perderán tus lágrimas,
regresarán a ti cuando, acostado
en la calle maloliente en que has vivido,
el polvo llevado por el viento
te llene los ojos, la boca y los oídos.

Tienes derecho a lanzar mil maldiciones
a quie sea, sin sentirte culpable o pecador.
Nadie te puede amenazar con el infierno
si lo conoces porque ya lo estás viviendo
nadie te puede amenazar con algo peor.

Aunque tú sabes que no puedes gritar
un grito tuyo a quién puede importar
a nadie importa un cuerpo desnudo en el suelo
o una mano sucia levantada hacia el cielo
implorando una ayuda que jamás va a llegar.

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